Situaciones plásticas que me retornan al momento en que empecé a pintar, cuando me enfrentaba al paisaje in situ, bajo la sombra de un árbol, con la luz cambiando la manera en que veía la pintura a cada instante, cuadros que comenzaba en la mañana y terminaba al atardecer, como el día. A veces, el viento lo revolvía y lo resolvía todo, pintura con arena, hojas con aguarrás y pinceles, sonidos y sombras. Música y biología. Donde no aparecía en ningún momento la necesidad de querer cambiar aquello tan preciado que tenía ante mí, la naturaleza en su estado puro e irreal.
Como el aire entre nosotros. 600 x 285 cm. Mixta sobre tela.
Ante el tremendo reto de contar el paisaje con mis palabras, aplicaba la pintura y los colores se mezclaban y se entrelazaban en remolinos de materia que cambiaba con cada pincelada como la luz sobre los arboles. Los componía en mis lienzos como en patios construidos por el hombre, levantados con la historia del arte, intentando reconstruir lo perfecto. Miraba al horizonte e imaginaba que se podría llegar a él, pensé que tenía coordenadas, que lo podría determinar con mis pinceles, que se podría traducir a manchas y líneas. Quisiera llegar a ese horizonte incierto y explorarlo con la pintura, clavar allá mi caballete y entender mejor ese escenario pictórico, en conexión directa con la naturaleza, a través de ventanas, capturando situaciones impresas en mi retina y modificarlas a mi antojo en la memoria.
El jardín de la luz. 286 x 185 cm. Mixta sobre tela.
Como fotogramas que caminan en vías contiguas, y que vemos unidos a través de un solo lente, quiero que coexistan, mi conocimiento académico de representar la naturaleza y mi necesidad por representarla con mi lenguaje y el de mi tiempo. En una búsqueda constante por las palabras exactas que me permitan contar lo que tengo ante mí, y contribuyan a exteriorizar mi punto de vista de las cosas.
Cuando llego a mi estudio los cuadros se vuelven como disparos de una cámara oculta en medio de aquel escenario salvaje. La composición fluye atrás de la obra, representada por volúmenes de materia en movimiento como la tierra vista desde el aire. Las olas del mar chocando infinito contra las rocas, el agua convirtiéndose roca y esta a su vez en aire.
Traslado a mis lienzos sensaciones cromáticas que selecciono de la naturaleza; el movimiento del viento y la materia flotando en el aire, se traduce en grandes manchas; como en una sinfonía que sostiene una melodía constante, marcada por mi trazo. En ocasiones necesito representar otras imágenes con las que me encuentro mientras pinto, imágenes que aparecen en mi imaginación y completan la obra. Construcciones abandonadas y tomadas por la vegetación, estructuras comidas por la naturaleza, paredes de grafitis.
Pero realmente lo que más me incita a pintar la naturaleza es la impresión que esta me produce cuando la miro, es una sensación muy semejante a la que tengo cuando juego con la materia, con la pintura, me hace sentir libre y se me llenan los pulmones de aire fresco, me ilusiona y me hace trascender a otro plano, en el cual todo es posible, y todo está en constante evolución.
Aparto la vista del caballete y miro el horizonte, todo está vivo allí.
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